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Luego de conocerse el revolcón ministerial del Gobierno Petro, que dejó por fuera siete de sus 19 ministros, los colombianos están en vilo por conocer qué sigue para el país en medio de lo que muchos consideran una crisis institucional.

¿Es en realidad tan grave? Para entender lo que significan estos cambios debemos regresarnos por lo menos al 7 de septiembre del 2022, cuando apenas se estaba posicionando Gustavo Petro y los partidos políticos tuvieron que tomar la decisión de volverse parte de la nueva bancada de gobierno, declararse en oposición o ser independientes.

Los partidos tradicionales como el Conservador, el Liberal, La U y otros tantos se sumaron a la bancada del gobierno, lo que le garantizaba mayoría suficiente para sacar adelante en el Congreso las reformas que se había propuesto en campaña.

Y entonces, ¿qué pasó? El primer año, como suele ocurrir con cada nuevo presidente, fue de luna de miel, la primera reforma tributaria pasó sin mayor apuro, pero con el tiempo los proyectos se comenzaron a enredar.

La reforma a la salud, la manzana de la discordia

Modificar el sistema de salud como lo conocemos actualmente toca muchos intereses económicos, políticos y sociales que pasan por los mismos partidos y el Congreso de la República, entonces lograrlo no es una tarea fácil.

El articulado estaba a cargo de quien fuera una de las ministras más intransigentes del Gobierno: Carolina Corcho, una médica activista que lleva años defendiendo el proyecto y no permitía hacerle ningún cambio sustancial.

La disputa comenzó incluso desde las entrañas del Gobierno, le costó la cabeza a uno de los ministros más destacados y disidentes del gabinete y se extendió a medios de comunicación y al propio Congreso, al punto que desde las cabezas de los partidos tradicionales se negaron a apoyarla.

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La gobernabilidad de Petro quedó en veremos

La reforma a la salud no fue el único proyecto que comenzó a tener dificultades para avanzar en el legislativo, los directores de los partidos —Efrain Cepeda de los Conservadores, Dilian Francisca Toro de La U y César Gaviria de los Liberales— no se ajustaron nunca con facilidad a los intereses del presidente y este decidió romper la coalición de gobierno.

Con lo que el presidente llama “el fin de la coalición” llegó también el remezón en el gabinete, en el que sacó a todos los ministros que lo contradecían y convocó a sus fichas más cercanas, varios que trabajaron con él en la Alcaldía y le pueden hablar con facilidad al oído.

Para César Dávila, politólogo y profesor del programa de Negocios Internacionales de la Uniagustiniana, “las modificaciones en el gabinete envían mensajes, marcan derroteros y en este caso tienen dos aristas. Por un lado la carrera contrarreloj en el legislativo, parece que el presidente quiso formar un grupo ministerial de “choque” para sacar avante las propuestas reformistas. Y por el otro, se rompe con la propuesta de coalición para gobernar que había enarbolado desde principio de la presidencia, además de castigar a los partidos que no lo apoyaron, pues varios de los ministros salientes eran cuota de esos partidos”.

Los cambios que se avecinan

Pero realmente, ¿la coalición está rota? Este cambio sustancial en el gabinete manda un mensaje político muy importante: si los partidos no quieren negociar en bloque, lo tendrán que hacer de manera individual, lo que en política se conoce como el “lentejismo”, porque buscan representantes que desobedezcan las instrucciones del propio partido para apoyar al gobierno a cambio de algún beneficio para ellos.

“Si es necesario negociar de forma individual y no con las bancadas aparecerá la llamada mermelada”, explica el profesor Dávila. Aunque esta modalidad es desgastante y lenta, como bien lo indica su nombre, parece ser actualmente la única salida del Gobierno. Prueba de ello es que dejó en su nómina a los liberales Néstor Osuna y Catalina Velasco, mientras sumó a Luis Fernando Velasco a la cartera del Interior.

Velasco es uno de los llamados “liberales rebeldes” porque renunció al partido cuando no se logró poner de acuerdo con César Gaviria durante la campaña presidencial pasada. Hoy hay al menos 18 liberales como él que apoyan la reforma y con eso negociar desde adentro será mucho más fácil.

“Con este nombramiento se pone a la cabeza de la interlocución y negociación a un navegante con amplia experiencia, hay que recordar que fue legislador por varios periodos y llegó a ser presidente del senado”, opina Dávila.

Esa posibilidad de negociación se abre aún más con la salida de Corcho que deja en el panorama a Guillermo Jaramillo, un hombre que precisamente inició su carrera política en el liberalismo y que parece llegar a ceder en varios puntos de la reforma que le podrían dar el oxígeno que necesitaba en el legislativo para avanzar.

La coalición sigue viva

Aunque los conservadores y La U siguen firmes en su negativa para apoyar la reforma, la realidad es que hay varios representantes sueltos de ambos partidos que están esperando un impulso para desobedecer la directriz de sus movimientos políticos.

Tan viva sigue la coalición que, aunque el presidente ya declaró la ruptura en su cuenta de Twitter, los partidos le hundieron la contrapropuesta de reforma a Germán Vargas Lleras y se reunirán la próxima semana para tomar decisiones al respecto, esperando las negociaciones con los nuevos personajes que entraron en escena.

“Otra lectura en estos cambios, aunque para ello se debe hilar muy pequeño, es la apuesta política a mediano plazo, pues varios de los movimientos de altísimo nivel, como Carlos Ramón González en el Dapre y Mauricio Lizcano en MinTic, vienen de la fractura o disidencia de los partidos a los que pertenecen tradicionalmente. González hace parte del ala petrista del Partido Verde y Lizcano, quien ahora tiene partido propio, militó y llegó al Congreso por el partido de La U. ¿Estos nombres le apuntan a un nuevo pacto nacional?, es la pregunta que podemos dejar en mesa”, el profesor Dávila.

Lo cierto es que estos cambios también obedecen a las elecciones locales de este año que están muy cerca de comenzar oficialmente. Este nuevo gabinete tiene mucha más maniobra para el Pacto Histórico en las regiones, pero entre más se acerque la hora de votar, los congresistas también lo pensarán dos veces para apoyar proyectos impopulares.

Sobre esto el profesor Dávila también enfatiza en el poco tiempo que le queda al ejecutivo. ”Con legisladores visitando las regiones, buscando alianzas, proyectando candidatos a las alcaldías, gobernaciones y demás, debemos tener en cuenta los tiempos, la agenda legislativa va hasta mediados de junio y de allí la premura del gobierno porque el trámite no tenga tropiezos”.

El fantasma de la radicalización

La oposición ha salido al paso de la crisis para asegurar que el presidente estaba dando enormes pasos hacia la radicalización “porque le estorba el congreso”. Hasta ahora para el profesor Dávila no hay prueba de ello. “Radicalización es un calificativo que no se usaría si el gobierno no fuera de izquierda, pues estas salidas y remezones son normales dentro de las dinámicas políticas de cualquier gobierno”.

Al presidente le tocará empezar a decidir cuáles proyectos sacrifica para que los que más le importan avancen, aunque él sigue creyendo que puede sumar capital político apelando a la movilización social mientras las encuestas lo dejan con una desaprobación que casi alcanza el 60 %. ¿El gobierno logrará quebrar a los partidos desde adentro? Amanecerá y veremos.

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